lunes, 7 de mayo de 2012

De las fauces a la muerte


Enrolló su diminuto cuerpo en medio de tres tigres. La cobija era tan grande que su humanidad parecía ser uno de los hilos del bordado felino.

Abrasada  por la fiebre, la pequeña se privó en llanto. -Súbete, súbete- gritó él, mientras su esposa se encaramaba a la moto con su hija envuelta en la cobija. Parecía que los tigres bordados la fueran a devorar sin que su madre se diera cuenta. 

La moto se hacía paso entre los vehículos mientras Milagros, con tres días de nacida, se aferraba a la vida y su madre, a ella. Pero adentro, le faltaba el aire. El peso de los animales era tan fuerte que el de ella se perdía. Así lo comprobarían sus padres más adelante.

Después de 15 minutos, zigzagueando en medio del tráfico, llegaron al hospital. Su madre desenrolló la cobija, pero Milagros ya no estaba. Había escapado de las fauces felinas.

sábado, 24 de diciembre de 2011

A ella la deseo en el clóset

Me visto de mujer a escondidas de mis padres y lo disfruto tanto, probablemente porque es la única forma de tenerla, de hacerla mía.

Tengo un mal de amor y mis padres no lo saben, tampoco creo que les importe, siempre están peleando. Mi novia ya se dio cuenta, tiene celos de ella y me lo dijo ayer: -No podemos seguir así, vete al carajo. Estás enfermo por tu maldito complejo-.

Ya pasaron dos años desde que empecé a encerrarme en el clóset. Allí, en la oscuridad, me escondo bajo las prendas de ella. Es excitante.

Hoy estoy metido ahí, como siempre lo he hecho. Siento que me vengo, creo que ella también lo hace. La escucho venir. Sí, es ella. -¡Edipo qué haces ahí!-, gritó mi madre.